NOURY
La conocí hace muchos años, en aquellos controles
del Programa cardiovascular, con sus ojos grandes castaños de mirada fija y
franca, su cabello escaso y su hablar fuerte y enérgico. No recuerdo haberla
visto caminar, eternamente en su silla de ruedas llevada por su nieta con la
que peleaba frecuentemente. Solíamos tener largas conversaciones cuando ya
empecé a hacerle curaciones avanzadas y terminamos siendo muy confidentes y
amigas de verdad. Me gustaba su visión de la vida y su mirar sin prejuicios,
siempre me han atraído ese tipo de personas, ricas interiormente, hechas a mano
detalle por detalle, a fuerza de golpes y rudezas de la vida.
Su vida no fue fácil, constantemente con
dificultades económicas al parecer desde antes de nacer, similar a las
historias de miles y miles de mujeres chilenas que les toca convivir con este
medio adverso. Y como si fuera poco, lentamente se le fueron pegando al cuerpo
todas las enfermedades del mundo, ella se conocía sus diagnósticos de memoria y
también los medicamentos que usaba para cada una. La más invalidante fue una
Artritis reumatoide que termino dejándola en esa silla de ruedas, luego la
Diabetes que se complicó y por la que hubo de estar muchas veces en curaciones
conmigo. Juntas salvamos muchas veces sus pies a punto de ser amputados, hasta
que finalmente después de años de luchar, perdió la última batalla.
Mi amiga era una madre posesiva, amaba
entrañablemente a su hija, pero tenía la rara condición de alejarla y a la vez
ambas sufrían, muchas veces me toco consolarla por ese motivo, sin duda el
pasado de los ancestros pesaba y le era prácticamente imposible domar su
carácter dominante y hacer las cosas más fáciles. Mujer multifacética, culta,
educada, cuando joven se desempeñó por mucho tiempo como secretaria y gustaba
de leer y siempre estaba al día con todo el acontecer en el país y el mundo.
Nuestras conversaciones recorrían la realidad del presente y el pasado y ambas
esperábamos con ansias nuestros encuentros, porque se hacía parte la
confidencia y el desahogo más íntimo.
A veces nos enojábamos, sobre todo cuando llegaba
tarde casi a mediodía y me encontraba cansada, después de estar toda la mañana
de pie, luchando con heridas catastróficas. Entonces aparecía mi rebeldía
humana y le pedía a la secretaria que le dijera que no la iba a atender. Como
lección para que revirtiera su conducta. Ella se enojaba muchísimo y me culpaba
– voy a perder la pata por culpa suya… en fin
terminaba curándola y eso nunca sucedió. Después yo le decía: - Noury afuera
hablaste mal de mí!
-señora América no, si sabe que la quiero.
(Conversaciones de mujeres)
No deseo dejar pasar la oportunidad de mencionar a
Noury, fue una de mis pacientes emblemáticas, con quien establecí un largo lazo
de amistad, de ella aprendí sobre el carácter, la afabilidad, el empuje y
tesón, la mirada diferente y sin prejuicio, la bondad y pasión hacia el prójimo
y la fidelidad hacia su hija y sus nietos. Noury se quedó sola sin su esposo y
aunque era duro de mucha exigencia para ella, por lo gastado de su cuerpo
siempre estuvo hasta su último minuto ideando como aumentar sus ingresos. De
una sabiduría infinita, conocimientos sin límites y maestría única, solía
realizar exquisiteces en la cocina, platos que vendía y con ello ayudaba a su
familia. Así en esa silla de ruedas cocinaba!
Noury supo reflejar a la mujer de nuestro pueblo,
siempre positiva, aunque de vez en cuando se le arrancaban las lágrimas y
rompía en llanto y llenaba mi corazón de angustia, al rato estaba bien,
contando un chiste y ambas reíamos de esta vida y sus obstáculos. Al final
después de tantas vicisitudes entre ires y venires, terminamos haciendo del
camino, uno regado de flores y no de espinas.
Así como Noury muchos de mis pacientes han partido
y yo inexorablemente me acerco a la edad de las despedidas terrenales más
frecuentes y siempre lo digo y tengo absoluta convicción en ello, este pasar
terrenal solo es un suspiro en la eternidad que nos espera.
Un abrazo
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